Era ya de dia y unos timidos rayos de sol se filtraban por la ventana de la habitacion de Jark. El chico intentaba esquivarlos mientras dormía pero después de que la luz inundara el cuarto se despertó. Se frotó los ojos para quitarse las legañas y se levantó de la cama.
-Jark, hijo despierta ya-gritó una voz fuera de la habitación.
-Ya estoy despierto mamá-contestó él.
Rapidamente, para no hacer enfadar a su madre, se vistió con lo primero que tenia a mano: unos pantalones de pana y una camisa.
-¡ Vamos Jark, ayuda un poco a tus padres!- gritó ya histérica su madre.
Del susto, Jark pegó un bote mientras se ataba las botas que tiró una foto que adornaba la mesita de noche. La cogió con delicadeza, agradeciendo que no se hubiese roto y la dejó en su sitio.
En la foto aparecían tres personas frente a la puerta de una tienda; dos adultas y un chaval de diez años. El mas alto, el que parecia el padre, iba vestido con un delantal de cuero y unos pantalones de color marrón, parecia bastante corpulento y un parche en un ojo le hacía más temible. La madre llebava un suave y brillante pelo rubio recogido con un moño y un elegante flequillo le tapaba uno de sus dos ojos azules, era una mujer realmente bella. Para terminar, el niño tenía el pelo como el azabache, igual que su padre, revuelto y mal cortado, mientras que los ojos eran de un azul más intenso que los de su madre.
Ese chico era Jark hace ocho años, ahora él tenía 18. Su padre llevaba la herrería del puelo asi que le conocía todo Negurzaul y era famoso por hacer maravillosas espadas y potentes armas de fuego.
Jark dejó de mirar la foto con nostalgia y salio de la habitación. Fuera de su cuarto se oían golpes de martillo y tintineo entre metales. Bajó unas escaleras de madera y se dirigió a la cocina. Allí se preparó un rápido desayuno a base de huevos y tostadas y salió de nuevo para ir al lugar de trabajo. Su padre estaba al lado de un horno de metal que expulsaba vapor por las grietas, aporreando sobre un yunque lo que parecía una espada al rojo vivo. El mal genio que tenia su padre dificultaba las conversaciones asi que antes de decir nada, Jark respiró hondo.
-Papá, me voy a acercar a ver a Hiven a la muralla así que...
-¡¿Cómo que te vas?! ¿Con todo el trabajo que tenemos aquí?
-Pero papá, yo no quiero ser herrero com tú, yo quiero alistarme en el ejército como Hiven.
-¡Qué tonterías son esas! ya tendre que hablar con ese tal Hiven.
-¡Él no tiene nada que vel con lo que yo quiera ser!
-Pero tu tienes que seguir con el negocio familiar como hice yo con tu abuelo. Ahora ven y limpia el cañón de esas pistolas.
Jark se quedó callado un momento y después se largó dando un enorme portazo.
Tras salir de la tienda de armas, Jark corrió con el ceño fruncido sin fijarse en nadie mas, dando codazos a quien pillaba pr el camino, hasta llegar a la muralla de hierro. Allí subió por unas escaleras y entro e una de las torretas, donde Hiven roncaba profundamente. Jark pegó un puñetazo a la estructura, la cual chirrió y Su amigo despertó.
-¿Otra vez bronca con tu padre?-adivinó Hiven.
-Así es.
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