jueves, 28 de febrero de 2008

#4

Un águila cruzó el cielo bajo la luz del sol blanco. A Berq le gustaban las águilas: eran el símbolo de su familia, su animal guardián. Instintivamente se tocó con la mano izquierda su Euca, el colgante que le colgaba del pecho. Según las historias de su familia, era un poderoso talismán. Él, sin embargo, lo hubiera llevado aunque se tratara de un simple folca, o colgante inservible: era el nombre que les ponían los Earicus a los colgantes sin poderes. A Berq le gustaba su Euca por su dibujo, y por lo que representaba: un águila de sable sobrerelieve en un campo de plata con 4 estrellas de nácar; una estrella para el Norte, el Sur, el Este y el Oeste; una estrella para los vivos, los muertos, los dioses y los meztizos, perdidos en su desdicha; una estrella por tu sangre, por tu amada, por tus amigos y por tu enemigos. Y un águila de sable, como la noche que precede a la mañana, y libre, libre de escoger su estrella.

El muchacho de pelo cesleste claro, casi blanco, se levantó del suave lecho de hierbas desde el que había observado el cielo durante horas, hasta que el ave rapaz lo trajo de nuevo al muindo real. Sus ojos púrpura observaron como se acercaba hacía allí, mientras extendía el brazo para que se posara en él suavemente. Se llamaba Nímal, pero Berq la llamaba Nim. Como a él mismo, prefería que le acortaran su nombre, pues completo le parecía horroroso: Berquerio Wuncit, del pueblo Earicus, hijo de Artime Wungcit y Eilea Fashet.

Al igual que el resto de su etnia, tenía la piel blanca, muy blanca, exceto en las mejillas, que eran de un tono rosa claro. No eran bien recibidos en ningún pueblo o ciudad. Se decía que traían la desgracia y la pérdida de las cosechas allí dónde permanecían más de 7 días, pues sus animales guardianes acababan con todo. Pero era mentira. No tenían ningún fundamento lógico en el que sustentarse para afirmar eso. Nadie les hablaba directamente, y si tenían que hacerlo evitaban sus ojos (provocaban mal de ojo) Les creían salvajes, asesinos y lascivos.

-Pero tú y yo estamos por encima de todas esas tonterías, ¿verdad?- le dijo a Nim mientras le acariciaba la cabeza. El águila batió las alas en señal de conformidad.

Berq sonrió. Era un joven de 23 años, fuerte, pero poco dado a las batallas. Prefería una buena historia a una buena caza. Un zorro de pelaje rojo apareció de entre los arbustos. Berq sonrió: Trek siempre aparecía de improviso. El zorro era el animal guardián de la familia de su madre, y aunque el suyo era el águila, creía que debía tener también el de la otra mitad de su sangre. Trek se le acercó, y le lamió la mano. Se oyó el sonido de un cuerno. El águila alzó el vuelo. El cuadrúpedo gruñó y enseñó los dientes. El rostro de Berq se tornó serio.

-Ya vienen

El zorro corrió como el viento por la tierra y el águila cruzó como un rayo el cielo. Berq tomó su Lesma, el bastón espada de su pueblo. Si había que luchar, que así fuera. Corrió por el campo en la dirección opuesta a la de su pueblo. Él ya había elegido su estrella.

No hay comentarios: