Levantándose de la silla, se despojó de la pesada armadura y abandonó la pequeña torreta. Hiven estaba cansado, aquella armadura le pedía un esfuerzo bastante grande para ser llevada, cargando todo el peso sobre los hombros del muchacho. Despidiéndose de su relevo, un hombre algo anciano de 57 años llamado Tim, se marchó a buscar nuevamente a Jark. Aun recordaba cómo había sido su última conversación, en la cual había sido poco agradable:
- “Debes hacer caso a tu padre, y ayudarle en la herrería. Tu conoces mejor que nadie sus técnicas, y estás mejor preparado de lo que muchos lo estarían entrenando durante años. Además, la milicia es un asco. No hago más que aburrirme durante las 3 horas que dura cada uno de mis tres turnos diarios.”
- “Pero yo quiero unirme, quiero ser útil y ayudar a la gente. Quiero combatir.”
- “Si quieres ser de ayuda, forja armas mejores y busca aleaciones más fuertes. Si quieres combatir, entrena conmigo para el día en que fallen las defensas. Si lo que quieres es combatir, asegúrate antes de que sabes hacerlo.”
- “Odio obedecer siempre a mi padre, estar bajo sus órdenes día y noche. En ocasiones deseo escapar de él, y comenzar una nueva vida como mercenario, como cazarrecompensas o cualquier cosa. Todo con tal de ser libre…”
- “Nadie es libre en estos tiempos, Jark. Todos somos esclavos, ratones ocultos en nuestra madriguera. ¿Nuestras opciones? Resistir en nuestro agujero, rebelarnos o rendirnos. Ten por seguro que nadie se va a rendir, y la rebelión solo conseguiría matar o convertir a la gente.”
- “¡Precisamente por eso quiero combatir! Ayudar a la gente, ser más fuerte, ganar más poder y conquistar a enemigo…”
- “¡Ya basta! A pesar de tu deseo, tú tienes una obligación que cumplir. Ahora vete a ayudar a tu padre, y dile que necesitamos que arregle pronto ese cañón para la torreta. Deja de soñar e intenta ser útil de la forma que sabes, no con fantasías ni búsquedas de poder que no existen.”
Tras esas palabras, Jark se marchó dando un sonoro portazo mientras su cara se volvía roja de furia. Hiven se quedó un rato mirando la puerta, la cual ya comenzaba a caerse de sus bisagras, mientras pensaba en su amigo y su constante petición de ingreso.
______________________________
Tres golpes sobre la madera chapada de metal, y unos agigantados pasos surcaron la estancia.
- ¡Ya va! Tú, mientras, ve dándole más calor a esa caldera, mientras yo atiend… ¡Ah, eres tú! –dijo el herrero al entrar por la puerta de la trastienda, que llevaba a la forja dónde fraguaba el metal.
- Hola de nuevo. ¿Está Jark?
- No. Dijo que había ido a buscarte, y desde entonces no hemos sabido nada de él. Eso ocurrió hace cuatro horas aproximadamente.
- ¿Dónde diablos se habrá metido? No es propiamente suyo el desaparecer… - Hiven comenzó a marcharse al tiempo que decía esto
- ¡Todo esto es por tu puta culpa, niñato! Si no le metieras esas ideas ridículas en la cabeza, no estaría jodiéndose la vida. ¡Lárgate de su vida, déjale en paz y no vuelvas! Susputosmuertoslamadrequeletrajoalmundoapedosquelosputosdem… - Gritaba y juraba el herrero, aumentando la rapidez de su palabra hasta llegar a una velocidad inhumana de verborrea y blasfemias.
- Gracias, que tenga un buen día. Procure tener el cañón listo para mañana.
Hiven se alejó de la tienda, aun oyendo como el progenitor de su amigo continuaba “alabando” su persona. Haciendo caso omiso, Hiven comenzó a recordar las palabras de su amigo:
“Odio obedecer siempre a mi padre, estar bajo sus órdenes día y noche. En ocasiones deseo escapar de él, y comenzar una nueva vida como mercenario, como cazarrecompensas o cualquier cosa. Todo con tal de ser libre…”
“Todo con tal de ser libre”
“Una nueva vida”
“Ser libre…”
- ¡Hijo de puta! – Cayó en la cuenta – ¡Va a escaparse del poblado!
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario